Nota del editor: Esta es una traducción de un artículo originalmente
Introducción
Hace trece años, durante una reunión, un orador hizo hincapié en la importancia de votar por candidatos demócratas porque estaban a favor del derecho al aborto. Se refería a los ataques de la derecha contra los derechos de las mujeres en el contexto de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (ACA por sus siglas en inglés), también conocida como Obamacare, pero no especificó los ataques a los que se refería.
Durante ese tiempo, la derecha estaba atacando la ley ACA porque expandiría el acceso al aborto y a los anticonceptivos. Unos años después de que se convirtiera en ley, la Corte Suprema ya había restringido el acceso a la anticoncepción para “respetar las creencias religiosas” de las corporaciones y sus dueños conservadores. Para lograr aprobar la ley, los demócratas cedieron con gusto los derechos reproductivos. Al final, Obamacare rechazó la asignación de fondos federales para la cobertura del aborto y exigió que cada estado ofreciera al menos un plan de seguro que no incluyera la cobertura del aborto.
En la reunión, una joven socialista criticó al orador por no mencionar la causa “sistemática”. Dijo que el capitalismo era responsable por estas políticas patriarcales. Afirmó que los empresarios —los capitalistas— quieren limitar el derecho a la anticoncepción y al aborto porque quieren que la clase obrera genere más trabajadores y así disminuir los salarios. Además, quieren pagar menos en costos de seguro médico para sus empleados. Recuerdo que en ese momento confirmé que, sin duda, había una causa más profunda. Sabía que el sistema capitalista estaba involucrado. Lo que la joven decía era lógico. Pero cuando volví a casa, todo esto empezó a tener menos sentido.
¿Realmente los capitalistas necesitan más trabajadores? Millones de personas están desempleadas y la población ” sobrante” está siendo encarcelada. ¿Es realmente posible que los capitalistas conspiren de esta manera para restringir el derecho al aborto pero que ninguno de ellos se atreva a admitirlo? ¿Por qué entonces hay demócratas que apoyan el derecho al aborto? Ellos también representan los intereses de la clase capitalista. No se puede tratar solamente de obligar a las mujeres a generar más trabajadores.
Y en cuanto a los gastos y los ingresos, la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio iba a generar enormes beneficios para las compañías de seguros, para el sector de la salud y para los bancos, con o sin la cobertura del aborto. Entonces, ¿por qué intentar destruir el proyecto de ley? En realidad, no se trataba solamente de las ganancias.
Era cierto que el ataque era “sistemático”, y que estas políticas sexistas estaban relacionadas con el capitalismo, pero la respuesta parecía tener más elementos de los que ella presentó. Investigué la historia y los escritos Marxistas sobre el movimiento contra el aborto porque quería comprenderlo y explicarlo, para mí y para los demás.
El análisis Marxista sobre la opresión y la liberación de la mujer es frecuentemente mal interpretado o mal caracterizado. En el ámbito académico se describe como “determinismo económico” o “reduccionismo”, acertando que los Marxistas reducen todas las dificultades sociales a la economía. De cierta manera, eso fue lo que hizo la joven socialista que habló en esa reunión. Sin embargo, eso no es una representación precisa del método Marxista.
Los Marxistas subrayan la importancia del sistema económico y el papel fundamental que juegan los modos de producción en la creación del sistema económico y las estructuras sociales. Los Marxistas primero observan cómo una sociedad produce y se reproduce, y las normas, leyes y relaciones bajo las cuales ocurren la producción y la reproducción. Esto es lo que realmente es la “economía”. Cada sociedad se dedica a producir y reproducir.
Las ideas, las leyes, las instituciones oficiales y las religiones que justifican, fortalecen y estabilizan esos procesos y relaciones fundamentales en la base de la producción y la reproducción es lo que Marx denominó como “superestructura.”
El modo de producción capitalista y la familia
En el capitalismo, hay personas que son dueñas de los medios de producción (la tierra, las fábricas, la tecnología, etc.), la clase capitalista, mientras que los demás, la clase proletaria, trabajan todos los días en esos medios de producción. La clase proletaria genera las ganancias para la clase capitalista. Esta explotación es la base de la sociedad. Pero este sistema no sobreviviría ni un día si no estuviera protegido por las leyes, los tribunales y la policía —que protegen a los empresarios y a los propietarios de la clase capitalista— y por las escuelas, los medios de comunicación, los políticos y las instituciones religiosas que nos han inculcado desde el principio que esta es la norma y la naturaleza de las cosas.
El modo de producción capitalista fue desarrollado a través de modos previos de producción como la esclavitud y el feudalismo. El capitalismo significó un cambio fundamental en la forma dominante de la propiedad y el trabajo, y muchas otras cosas cambiaron como resultado de ello. El racismo y la supremacía blanca forman parte de los cimientos del capitalismo moderno. En el caso de los Estados Unidos, el despojo colonial y la esclavitud racializada fueron los cimientos de la acumulación de riqueza dentro del modo de producción capitalista.
El capitalismo no acabó con el mundo anterior y comenzó de cero. El patriarcado ha existido desde el comienzo de la sociedad de clases y forma parte del tejido del sistema capitalista. En la sociedad precapitalista, antes de la privatización de la propiedad, había una estructura familiar más diversa, y las mujeres generalmente eran líderes de la comunidad.
Después de que esos modos de producción precapitalistas fueran destruidos, y junto a ellos las estructuras de organización social y familiar, las mujeres fueron sometidas a la subordinación, y la supremacía machista se volvió ley. Por miles de años, las mujeres se vieron obligadas a permanecer en el hogar. La ley, la cultura y la ideología mantuvieron a las mujeres en un estado de dependencia, sometidas completamente a los caprichos del hombre que lideraba la familia. Las labores domésticas y la educación de los hijos, aparte del trabajo en el campo (en el caso de las sociedades agrícolas), eran considerados “trabajo de mujeres”. Este era un elemento central de los modos de producción basados en la propiedad privada.
Actualmente, en los Estados Unidos el modo de producción capitalista ha cambiado en muchos aspectos, y con este la estructura y los elementos de la superestructura. Sin embargo, las características fundamentales persisten. Aunque las mujeres tienen acceso al empleo asalariado y legalmente tienen derecho a la propiedad y derechos políticos y civiles independientes, la célula principal de lo que se ha denominado “reproducción social” es la familia nuclear. En ella, las mujeres se encargan de la gran mayoría de las tareas del hogar, de la crianza de los hijos y del cuidado de los ancianos. Dado que esta forma de organización familiar se ha conservado en sus características esenciales, todos los valores, tradiciones y normas culturales que se desarrollaron para explicar y justificar la supremacía machista también han sido conservadas.
Aunque el capitalismo ha roto muchas de las funciones económicas que formaban parte del núcleo familiar, la familia no ha sido eliminada ni ha sido desmantelada totalmente. La estructura familiar ha cambiado, pero la existencia de los trabajadores bajo el capitalismo hace necesario que la mayoría de ellos tengan una familia para sobrevivir. No basta con un solo ingreso. Por ejemplo, las circunstancias de tantos jóvenes LGBTQ+ que han sido rechazados por sus familias —no tener una familia es, en estos casos, estar sometido a las peores formas de carencia, falta de hogar y violencia que el capitalismo nos ofrece.
Para el sistema capitalista, el núcleo familiar es muy importante, especialmente en lo que se refiere a la reproducción y el cuidado de la nueva generación de trabajadores. Lisa Vogel lo señala en su teoría de la reproducción social [1]. Hay otros que lo han interpretado de forma diferente, destacando las otras formas de trabajo que no suelen ser pagadas o están insuficientemente compensadas, pero que, sin embargo, son esenciales para reproducir una generación de trabajadores que esté sana y estable para continuar trabajando.
La visión del mundo reaccionario explica los cambios económicos
¿Cómo se relaciona esto con los ataques a los derechos de las mujeres y los ataques a la creciente asertividad de las mujeres para desafiar la violencia sexual y la retórica sexista? Estos no se presentan como problemas del funcionamiento elemental de los modos de producción. Pueden parecer distintos y aislados, por lo que las personas que luchan por los derechos de las mujeres en estos aspectos puede que no vean el vínculo con el capitalismo. Sin embargo, hay más activistas que hablan del patriarcado sistemático. Las pancartas del Partido por el Socialismo y la Liberación, “¡Todo el sistema es sexista! ¡Luchemos por el socialismo!”, han sido muy populares en este movimiento.
Nos referimos a las luchas del mundo político y cultural de la superestructura [2]. Aparecen como luchas dentro del capitalismo, en el sentido que se puede luchar y conseguir el derecho al aborto y otros servicios reproductivos bajo el capitalismo. En algunos países eso ya existe. Se debería poder disminuir el acoso o la violencia sexual o eliminarlos por completo bajo el capitalismo. Al menos, en teoría, no es fundamental para los modos de producción.
Pero si es así, ¿por qué es tan difícil obtener esos logros? ¿por qué los socialistas insisten en que es necesaria una revolución para verdaderamente lograrlos? Es porque la subordinación de las mujeres sigue siendo un pilar de la forma de gobierno de la clase capitalista estadounidense.
El acceso al aborto se convirtió en una cuestión política importante a partir de finales de los años 70 como elemento fundamental de una tendencia reaccionaria emergente. Un reaccionario es alguien que dice que las cosas eran mejores en la sociedad antes de que cambiaran. “Make America Great Again” (Hagamos a los Estados Unidos grandioso de nuevo) es una verdadera consigna reaccionaria. Implica que debemos volver al pasado. Grandes sectores de la clase empresarial recurren a una estrategia reaccionaria cuando sienten que su control social se debilita frente a un gran movimiento social, o cuando el propio capitalismo ha desestabilizado la economía y la vida parece más inestable para la mayoría de la población.
A finales de los años 70, ambas cosas estaban sucediendo en los Estados Unidos. Los movimientos masivos de los años 60 y principios de los 70, con las luchas por la liberación de la mujer, la liberación de la comunidad negra, la liberación de la comunidad LGBTQ+ y el movimiento antiguerra, representaron poderosos retos para el estatus quo capitalista de los Estados Unidos. La resistencia anticolonial vietnamita derrotó al imperialismo estadounidense, dándole un gran golpe mientras el imperialismo se enfrentaba constantemente al bloque socialista.
La economía estadounidense también entró en un periodo de recesión durante el cual aumentaron los despidos y el desempleo y se redujo el gasto de los consumidores. Las recesiones capitalistas son cíclicas y se producen con regularidad debido a la sobreproducción. Entre 1979 y 1984, aproximadamente 11.5 millones de trabajadores perdieron su empleo o fueron trasladados a trabajos de servicios con salarios más bajos. La mayoría de los puestos de trabajo que se perdieron pertenecían a industrias de manufactura como la metalúrgica, la automovilística, la minera y la electrónica, entre otras.
Los reaccionarios tienen un argumento muy poderoso y los socialistas deben entender cómo funciona. Dicen esencialmente: “Tu vida solía ser mejor, ¿verdad? Te sientes más inseguro sobre tu futuro, ¿verdad? Bueno, eso es lógico porque fíjate en lo mucho que ha cambiado. Hemos perdido nuestro camino. Y ahora vamos a ir al infierno si no retrocedemos”. Luego lo relacionan con cualquier tema, ya sea el aborto, la educación sexual, los derechos de los homosexuales, etc. Los reaccionarios a veces culpan al gobierno “débil”, que se ha rendido a la presión y se ha negado a defender “nuestros valores”, mientras que otras veces atacan al gobierno por ser “demasiado grande”.
Otro ejemplo es cómo se culpa a las mujeres negras de la situación económica de la comunidad negra por “tener demasiados hijos fuera del matrimonio”, o a los hombres negros por ser padres “ausentes”. Esta visión reaccionaria del mundo se basa en el carácter extremadamente racista del sistema capitalista estadounidense, junto con miles de años de adoctrinamiento cultural que promueve la idea de que con una familia “fuerte” —es decir, con hombres y mujeres en su “lugar correcto”— todo estará bien.
Este tipo de visión reaccionaria del mundo ofrece una explicación universal para los problemas generales o los cambios desconcertantes. Así, los políticos evitan convenientemente el debate sobre las verdaderas causas del malestar social y económico, es decir, la inestabilidad del sistema capitalista. Además, coincide y se aprovecha de las explicaciones que se fomentan en las instituciones religiosas conservadoras, que tienden a enfocarse en volver a una época moral, y teorizan los problemas de la sociedad moderna como un reflejo de la ausencia de piedad y valores. Así que estas ideas y teorías ya están circulando y pueden ser fácilmente adoptadas por un político que quiera presentarse como defensor de los “valores familiares” mientras no hace nada para cambiar las condiciones materiales de las familias.
Así, la “Nueva Derecha” que surgió en el Partido Republicano a finales de los años 70, empezó a enfocarse en el aborto en los años 80 y 90. El derecho al aborto se consideró un punto vulnerable para el movimiento de las mujeres porque había sido garantizado en la Corte Suprema en el caso de Roe contra Wade, y no a través de la legislación. Había una oposición basada en motivos religiosos que podían motivar a los votantes, y había grandes zonas del país donde el derecho al aborto se había convertido en ley, pero el movimiento era frágil.
Las iglesias evangélicas y los llamados televangelistas se incorporaron a la escena política, en particular a través de la “Mayoría Moral”, y acabaron convirtiéndose en agentes poderosos que elegían y preparaban a los candidatos. Ofrecían importantes recursos y una audiencia fiel a los políticos emprendedores, siempre y cuando adoptaran sus temas y su estructura. Todo el movimiento de la Mayoría Moral se convirtió en una base de apoyo para los capitalistas de la derecha extrema que no se preocupaban del aborto ni de otras cuestiones morales, pero que querían retroceder las medidas gubernamentales, reducir el presupuesto público y debilitar el poder de los sindicatos. Con el tiempo, esta relación generó un gran flujo de financiamiento para las campañas políticas y de publicidad.
En resumen, el aborto se convirtió en un tema electoral de preferencia, que se trasladó rápidamente de la política local y estatal a la federal. Los políticos de la derecha podían calificar a los demócratas que estaban a favor del aborto como “asesinos de bebés” y culparlos por el “decadencia de la familia”. El problema no era que estos temas amenazaban los beneficios de los capitalistas, sino que ofrecían una forma para que un sector de la clase capitalista —usando las poderosas instituciones de la superestructura para consolidar su legitimidad política— distrajera a los electores de las preocupaciones sociales y económicas que los políticos no querían resolver.
Se convirtió en una estrategia política fundamental para la derecha conservadora. El Partido Republicano solía ser considerado como el partido “proempresarial” y “de la ley y el orden”. Algunos eran realmente liberales en “cuestiones sociales”, pero a medida que el partido se fue desplazando hacia la derecha, eso cambió.
En los Estados Unidos, donde el dinero controla gran parte de la política, la agenda la determina el mejor postor. Con la casi desaparición de las leyes de financiación de campañas, esto se ha hecho más evidente. Unos cuantos multimillonarios pueden decir: “Estos son mis intereses políticos, estas son mis prioridades y voy a dar mi dinero sólo a aquellos que acepten mi agenda y mis intereses”. Cuando Karl Marx y Friedrich Engels escribieron que “las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes de la sociedad”, querían decir que las ideas de la clase gobernante eran dominantes porque la clase gobernante “tiene los medios de producción material a su disposición” y por lo tanto “tiene el control al mismo tiempo sobre los medios de la producción mental” [3]. Hoy en día las ideas de la clase gobernante son las dominantes debido a la participación directa y explícita de los capitalistas más poderosos y sus políticos. En ausencia de un movimiento de resistencia, las obsesiones reaccionarias de algunos hombres muy ricos pueden determinar el tono de la política y, de hecho, pueden determinar temas importantes para cientos de millones de mujeres de la clase trabajadora en los Estados Unidos y en todo el mundo.
Los multimillonarios que se oponen al aborto no están gastando su dinero porque les ayudará a obtener beneficios inmediatos. En todo caso, están gastando una gran parte de sus fortunas en estas causas de la derecha. Ahí es donde vuelve a entrar el capitalismo a nivel sistemático. No como una conspiración para obtener beneficios, sino como una forma de gobierno político basada en disciplinar e intimidar a una parte de los pobres y trabajadores, distraer y confundir a otros y, finalmente, satisfacer y ganar el apoyo de otros.
Los derechos verdaderos sólo pueden conseguirse con un nuevo modo de producción
Ningún modo de producción basado en la desigualdad y la explotación extrema podría sobrevivir durante mucho tiempo si no contara con instituciones gubernamentales, sistemas políticos, ideas, tradiciones, etc., que protejan y justifiquen esos procesos económicos. La clase dominante no se limita a extraer la riqueza —también tiene que encontrar formas estables de gobernar.
Las funciones del patriarcado operan poderosamente en la base del capitalismo, en la forma que el sistema se produce y reproduce diariamente. También es una característica fundamental en este nivel superestructural y, en particular, como elemento central de la agenda reaccionaria. Entonces, ¿cómo se puede acabar con el patriarcado dentro del capitalismo si está tan arraigado en todos los niveles del sistema capitalista? Es imposible.
El socialismo, por lo contrario, elimina la dependencia económica de la unidad familiar. Simplemente cambiar quién maneja y posee los vastos modos de producción le puede garantizar a todas las personas vivienda, alimentación, asistencia médica, cuidado de los niños, jubilación y otras necesidades básicas como derechos garantizados. La desigualdad salarial entre hombres y mujeres y la desvaloración del “trabajo de las mujeres” podrían eliminarse de la noche a la mañana. Un gobierno en manos de trabajadores con conciencia de clase también eliminaría del poder a los multimillonarios fanáticos, y en su lugar adoptaría iniciativas drásticas para promover la igualdad y la liberación de las mujeres en el mundo de la cultura, la ideología, la educación y la política.
Referencias
[1]See Dickinson, Hannah. (2019). “Social reproduction: A theoretical framework with organizing potential.” Breaking the Chains 4, no. 1.Also available here.[2] Ford, Derek. (2021). “The base-superstructure: A model for analysis and action.” Liberation School, November 22. Available here.
[3] Marx, Karl and Friedrich Engels. (1964/1978). “The German ideology: Part I,” in R.C. Tucker (Ed.), The Marx-Engels reader, 2nd ed. (New York: W.W. Norton & Company), 172.