Nota del equipo editorial: Esta es una traducción del artículo “What is imperialism? An Introduction“, puede encontrar la versión original aquí.
En el sufrimiento del Sur Global, la brutalidad del capitalismo queda expuesta. En una nota al calce al final de El Capital, Marx escribió que el sujeto colonial revela “lo que la burguesía hace de sí misma y del obrero, dónde pueda, sin restricciones: crea un mundo en su propia imagen” [1]. Las formas de acumulación primaria que Marx articula en ese capítulo se encontraban en su forma más desnuda en las colonias. Contrario a algunas lecturas liberales y académicas equivocadas, Marx le prestaba mucha atención a la relación entre el colonialismo y el capitalismo. Marx llegó a argüir que el colonialismo era la espina dorsal del capitalismo, y que los movimientos anticoloniales podían hasta ser la clave para el derrocamiento del capitalismo global. Esta es la razón por la que las luchas anticoloniales por mucho tiempo han sido guiadas a la victoria por la teoría marxista.
Como proletarios viviendo en el corazón del imperio, es nuestra tarea unirnos a nuestra clase en todas las naciones del mundo. Igual que el capital atraviesa fronteras, así mismo debe atravesar la solidaridad proletaria. Como revolucionarios dentro de los Estados Unidos, debemos entender y luchar contra el sistema imperialista desde adentro, porque “ninguna nación puede ser libre si oprime a otras naciones” [2].
Marx, el colonialismo y las luchas anticoloniales
Marx analizó el capitalismo en Inglaterra para su trabajo cumbre porque la información sobre el sistema industrial del país era rica y accesible, y porque era donde el capitalismo estaba más desarrollado en ese momento. Sin embargo, Marx tenía claro que el capitalismo inglés no se limitaba a Inglaterra, y que el objeto de estudio era Inglaterra como un poder capitalista y colonizador. El capitalismo industrial inglés era avanzado por su estatura como poder colonial.
La crítica marxista de la economía política demostraba como las ideas prevalentes del colonialismo eran reaccionarias y no contemplaban los intereses de los trabajadores ingleses. Por ejemplo, Marx notó cómo las colonias inglesas como Irlanda podían ser utilizadas como fuente de fuerza de trabajo excedente y cómo los trabajadores asalariados no podían ser libres mientras existiera la esclavitud. Más famosamente, Marx escribió que el capital inglés fue acumulado a través de “la conquista, la esclavitud el robo y el asesinato” y más específicamente a través de la deuda nacional e internacional, “el descubrimiento de la plata y el oro… la extirpación, la esclavitud y el entierro de la población aborigen en las minas”, y “la conquista y el saqueo de las Indias Orientales” [3].
Este estudio que examina la economía política de Inglaterra termina con un capítulo sobre el colonialismo porque Marx sabía que, mientras que las contradicciones del capitalismo no podían resolverse sin una revolución, estas podían ser empujadas y desplazadas a través de la expansión colonial intensificada. De hecho, la teoría del valor de Marx era una teoría global del valor, ya que el valor necesariamente se expande y requiere que el poder capitalista lleve a cabo prácticas coloniales y, después, imperialistas” [4]. Marx menciona el colonialismo explícitamente, por ejemplo, como un proceso que puede contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia [5].
Más aún, Marx hasta reconoció que las revueltas en el mundo colonizado podían provocar levantamientos de trabajadores en la patria colonial. Durante la Rebelión Taiping en China —que Marx apoyaba enteramente— este escribió:
“Puede parecer una aserción extraña, hasta paradójica, decir que el próximo levantamiento de la gente europea, y el próximo movimiento por la libertad y gobierno republicano, puede que dependa más probablemente de lo que está pasando ahora mismo en el Imperio Celestial [China]” [6].
Hasta durante la vida de Marx, lo que hoy llamamos el Sur Global —incluyendo África, Asia y América Latina— era, junto a las naciones oprimidas del norte, explotado para el enriquecimiento de los estados capitalistas colonizadores.
Del colonialismo al imperialismo
Sin embargo, no fue hasta después de la muerte de Marx que el cambio del colonialismo al imperialismo comenzó. Marx murió en 1883, justo antes de que la Conferencia de Berlín de 1884 acelerara rápidamente la transición a un orden imperialista global. Más de 20 años después, los poderes imperialistas habían aterrorizado y saqueado casi toda África, deshaciendo largas historias de autogobierno.
Para una definición del imperialismo, debemos consultar a Lenin, quien nos puede ayudar a entender lo que el imperialismo realmente es, y por qué no es un adjetivo que describe políticas particulares de ciertas administraciones, sino que se refiere a una fase particular del desarrollo capitalista. Lenin distingue el imperialismo del colonialismo de la siguiente manera:
El rasgo característico del periodo siendo examinado es la división final de la tierra —final, no en el sentido de que una repartición sea imposible; al contrario, las reparticiones son posibles e inevitables— sino en el sentido de que la política colonial de las naciones capitalistas ha completado la toma de los territorios desocupados del planeta. Por primera vez en la historia, el mundo está completamente repartido, así que en el futuro solo la redivisión es posible, o sea que los territorios solo pueden pasar de un “propietario” a otro, en vez de ir de ser territorios sin dueño a manos de un “propietario” [7].
El imperialismo empezó cuando los poderes colonizadores ya se habían dividido el mundo entre sí. La única forma de expandir desde ese punto en adelante era redividir los territorios coloniales, lo que inevitablemente resultó en guerra. Tales redivisiones fueron la causa principal de ambas guerras mundiales.
El Imperialismo: Guerras capitalistas y soluciones revolucionarias
“El imperialismo”, escribió Lenin, “es la fase más avanzada en el desarrollo del capitalismo” [8]. Esto significa que no podemos separar el imperialismo del capitalismo: uno es una fase del otro.
Desde su nacimiento, el capitalismo ha usado violencia legal y extralegal para acumular riqueza en manos de la clase capitalista a través de un proceso llamado acumulación primaria. Dentro de Inglaterra, una de las primeras acciones del capitalismo fue expropiar la tierra de los campesinos, convirtiéndolos a la fuerza en trabajadores asalariados y transformando su medio de subsistencia en bienes que tenían que comprar. Tal desposesión fue llevada a cabo con terrorismo estatal e individual. El mundo colonizado sufrió un destino similar pero peor, como Marx describió anteriormente.
A principios de la Primera Guerra Mundial, Lenin escribió que “el capitalismo solo se convirtió en imperialismo capitalista en una fase particular y muy avanzada de su desarrollo, cuando ciertas de sus características fundamentales comenzaron a convertirse en sus opuestos” [9]. “Económicamente”, escribió, “el factor principal en este proceso es el desplazamiento de la libre competencia capitalista por el monopolio capitalista” [10]. Así desaparecieron los (breves) días en los que negocios pequeños competían entre sí mismos en mercados limitados. En su lugar, el capital se centralizó en menos y menos manos. “El capitalismo se ha convertido en un sistema global de opresión colonial y de la estrangulación financiera de la mayoría abrumadora de la población mundial a manos de un puñado de países ‘avanzados'”, escribió Lenin [11]. Su “botín” se acumula en manos de un puñado de poderes imperiales “que involucran al mundo entero en su guerra por la división de su botín” [12].
Algunos pensaron que la tendencia hacia el monopolio resultaría en una sola compañía para cada industria, lo que hubiera representado un límite al capitalismo dentro del capitalismo. Sin embargo, durante crisis económicas, y debido a la intervención gubernamental, tales monopolios nunca se materializaron. Hoy en día, las grandes corporaciones e instituciones financieras, mayormente localizadas en el Norte Global, se han conglomerado e integrado verticalmente al punto que un puñado de monopolios dominan toda la economía internacional. Ciertamente, a menudo son entidades separadas, pero están unidas financieramente y a través del estado. Lenin se refirió al entonces nuevo fenómeno de la fusión del capital industrial y banquero a lo que se conoce como el “capital financiero”, una forma de capitalismo que domina hasta el día de hoy.
Por este impulso hacia el monopolio, el capitalismo no puede ser reformado hacia un régimen pacífico. El capitalismo nunca podrá ser antimperialista, no imperialista o, por usar una frase del blanco de Lenin, Karl Kautsky, “ultra” o “superimperialista”. Kautsky creía que la expansión territorial del capitalismo había llegado a su límite y que la única solución era que las naciones más poderosas formaran un bloque que estableciera un equilibrio. Lenin dijo que este estado sería meramente una “tregua” entre guerras.
Los gobiernos de los países imperialistas actúan en los intereses de los monopolios, usando sus ejércitos y milicias para lograr sus metas. El ejército de los EE. UU. es una extensión del impulso capitalista de conquistar constantemente nuevos mercados y recursos, incluso cuando los crea a través de la destrucción. Va a la guerra para competir con otros rivales imperialistas por mercados y recursos, para mantener a los poderes capitalistas ascendentes en su lugar, para oprimir naciones independientes y socialistas, para encontrar nuevos mercados, recursos y fuentes de ganancia y para mitigar las rebeliones domesticas de trabajadores.
Cuando Israel bombardea Palestina o los EE. UU. lanza ataques aéreos contra Siria, sanciona a Venezuela o embarga a Cuba, estos no son decisiones de políticas individuales, ni son el resultado de la postura de un solo político. Estas son funciones necesarias y estructurales del capitalismo que no pueden ser eliminadas con reformas. Ciertamente, hay un gran debate dentro de la clase política y militar estadounidense sobre cuáles políticas específicas perseguir cómo lograrlas y cuáles objetivos alcanzar en coyunturas específicas. Sin embargo, el consenso sigue siendo el mismo: los EE. UU. no aceptará ninguna amenaza a su dominio imperialista.
La única solución es el derrocamiento del imperialismo capitalista y la construcción del socialismo. Por su propia definición, el imperialismo necesita dominar todo mercado, materia prima, recurso natural y trabajador en el planeta. Las tácticas que utiliza para lograrlo son variadas, desde sanciones y bloqueos a amenazas de guerra, campañas de bombardeo y operaciones de cambio de régimen. Los EE. UU. sigue siendo el poder imperial primario, aunque su dominio está siendo retado cada vez más por otros países que solo están tratando de emerger dentro del orden capitalista. La República Popular China, sin embargo, representa una amenaza real al imperialismo porque provee una alternativa al dominio estadounidense de los países subdesarrollados.
Hoy, como en el tiempo de Lenin, el antagonismo entre el imperialismo y las naciones oprimidas reverbera y estructura nuestro mundo y nuestras luchas [13].
Conclusión: Internacionalismo proletario
En realidad, los poderosos son los trabajadores y los oprimidos del mundo. Nosotros somos los que le vamos a quitar el poder de las manos a los monopolios y se lo vamos a dar a las masas de trabajadores a través de luchas revolucionarias.
Aquí en los Estados Unidos, es el deber de todas las personas progresistas y revolucionarias atacar el corazón del imperialismo. Acabar con el imperialismo en los EE. UU. significará no solo nuestra liberación sino la de la gente oprimida en todo el mundo, porque podrán ejercer su derecho a la autodeterminación sin interferencia. La gente cubana va a poder construir el socialismo sin bloqueos estadounidenses; Corea podrá unirse nuevamente sin la amenaza de intervención militar estadounidense; Palestina podrá ser libre de la ocupación israelí-estadounidense.
Y sin embrago nuestra clase está constantemente bombardeada con propaganda imperialista que busca dividirnos en contra de nuestros aliados en el extranjero y acercarnos a nuestros enemigos en casa. “Todos somos estadounidenses”, nos dicen, ignorando las divisiones nacionales y de clase que existen en la patria imperialista. La propaganda imperialista tomo diversas formas, y muchas de ellas son liberales y hasta “progresistas”. Las guerras nunca se pelean por recursos o ganancias, sino para defender los “derechos humanos”, la “democracia” y hasta para la “protección de minorías” [14]. A cada forma de propaganda debemos responder clara y resueltamente: ¡NO al imperialismo estadounidense! ¡Que las tropas estadounidenses salgan de todos sitios! Estas demandas son consistentes independientemente de nuestra evaluación de la nación o gobierno bajo ataque.
Debemos demostrar que los trabajadores de los Estados Unidos no tienen nada que ganar del imperialismo de su país, busque lograr sus metas a través de intervenciones militares o sanciones económicas. Debemos demostrarle a nuestra clase que, no solo no tenemos nada que ganar, sino que sufrimos pérdidas continuas por culpa del imperialismo —perdemos nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras comunidades y más. Al demostrarles estas verdades a los trabajadores, ayudamos a unir y despertar la conciencia de nuestra clase, lo cual es indispensable para la construcción de una revolución socialista aquí, en el “corazón de la bestia”.
Mientras que el sistema imperialista global a cambiado drásticamente desde el tiempo de Lenin, la directiva política primaria sigue siendo la misma —luchar para acabar con las guerras imperialistas. Aunque esto es necesario, sigue siendo parte de la lucha por la verdadera solución: quitarle el poder de las manos a los bancos, las oligarquías financieras, los arrendatarios y los militaristas, y ponerlo en las manos de la mayoría. Pero no podremos hacer eso si nuestra propia clase es coaptada por el enemigo.
Referencias
[1] Karl Marx, El Capital: Crítica de la Economía Política (Vol. 1): Un Análisis Crítico de la Producción Capitalista, trad. S. Moore & E. Aveling (Nueva York: International Publishers, 1867/1967), 704f1.[2] V.I. Lenin, “La Revolución Socialista y el Derecho de las Naciones a la Autodeterminación”, en Lenin: Obras Selectas, ed. V. Prashad (New Delhi: LeftWord Books, 1916), 85.
[3] Marx, Capital, 668, 703.
[4] Vea Radhika Desai, “La Crítica de Marx de la Economía Política, ‘la Economía Marxista’ y las Revoluciones Reales Contra el Capitalismo,” Third World Quarterly 41, no. 8 (2020): 1353-1370.
[5] Karl Marx, El Capital: Crítica de la Economía Política (Vol. 3): El Proceso de la Producción Capitalista como un Todo, trad. D. Fernbach (Nueva York: Penguin, 1867/1967), 345.
[6] Karl Marx, “Revolución en China y Europa”, en K. Marx & F. Engels: Obras Selectas (Vol. 12), 93-100 (Londres: Lawrence & Wisehart, 1853/1979), 93.
[7] V.I. Lenin, El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo: Lineamientos Populares (Pekín: Foreign Language Press,1920/1965), 9.
[8] Ibid., 79.
[9] V.I. Lenin, “El Imperialismo,Fase Superior del Capitalismo”, en Imperialismo en el Siglo XXI: Actualizando la Teoría de Lenin un Siglo Después, ed. B. Becker (San Francisco: Liberation Media, 1917/2015), 163.
[10] Ibid.
[11] Ibid., 88-89.
[12] Ibid., 89.
[13] Para más sobre los cambios al orden imperialista desde el tiempo de Lenin, vea Brian Becker, “De la guerra interimperialista a la guerra de clases global: Hacia un entendimiento de las distintas fases del imperialismo”, Liberation School, 20 de julio 2018. Disponible aquí.
[14] Vea Brian Becker, “Libya y el frente unido”, Liberation School, 29 de marzo 2011. Disponible aquí.