Nota del equipo editorial: Esta es una traducción del artículo “What does it take to make a socialist revolution”, puede encontrar la versión original aquí.
“El paso del poder estatal de una clase a otra es el primero, el principal, el básico rastro de una revolución, tanto en el sentido estrictamente científico como en el sentido político práctico de ese término” [1].
Introducción
Desde la caída de la Unión Soviética, los Estado Unidos y otros países imperialistas han declarado repetidamente que la historia ha terminado, lo que significa que la humanidad no puede trascender el sistema capitalista, que se eleva como el pináculo del desarrollo humano. Como afirmó Margaret Thatcher, “no hay alternativa” al capitalismo, y lo mejor que podemos esperar es una forma más amable, gentil y “humana” de este. Según la clase capitalista, la caída de la Unión Soviética demostró que “el socialismo no funciona” y la revolución socialista es una temeridad, por lo cual no debemos preocuparnos por luchar por ella.
A pesar de este pronóstico, la revolución socialista está muy en discusión en los Estados Unidos y en todo el mundo. Mientras enfrentamos múltiples crisis existenciales para la humanidad y el planeta, la revolución socialista no solo es posible, sino una necesidad absoluta para asegurar nuestro futuro colectivo.
Donde hay explotación y opresión, hay resistencia, y el sistema capitalista genera las condiciones para esta resistencia. Sin embargo, mientras la resistencia sube y baja, hay momentos particulares en los que, como lo expresaron Marx y Engels, las amplias masas “saltaron por los aires” [2]. Hoy aumenta la resistencia al capitalismo, al imperialismo y a todos los sistemas de opresión. Sin embargo, para hacer una revolución socialista no basta la resistencia. La revolución socialista requiere la intervención con conciencia de clase de las clases trabajadoras y oprimidas para desalojar el poder político de la burguesía, colectivizar y planificar la producción, y crear un nuevo estado en el que las masas populares tengan el control.
Este artículo presenta lo que es una revolución socialista, en contraste con las mitologías anticomunistas y burguesas que la caricaturizan como un proyecto imposible y sin esperanza. La revolución socialista en cualquier parte no puede prescribirse y seguramente no es un desarrollo automático de ninguna contradicción única o fundamental; requiere de conciencia socialista y organización explicita del pueblo/de masa.
Además, una revolución socialista no puede ocurrir sin que la sociedad entre en una profunda crisis. El líder ruso V.I. Lenin, cuyo Partido Bolchevique dirigió la primera revolución socialista exitosa en 1917, lo expresó de esta manera:
“Una revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no todas las situaciones revolucionarias conducen a la revolución. ¿Cuáles son, en general, los síntomas de una situación revolucionaria? Ciertamente no nos equivocaremos si indicamos los siguientes tres síntomas principales: (1) cuando es imposible para las clases dominantes mantener su dominio sin ningún cambio; cuando hay una crisis, de una forma u otra, entre las “clases altas,” una crisis en la política de la clase dominante, que conduce a una fisura por la que estalla el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que se produzca una revolución, suele ser insuficiente que “las clases bajas no quieran” vivir a la antigua usanza; también es necesario que “las clases altas no puedan” vivir a la antigua usanza; (2) cuando el sufrimiento y la miseria de las clases oprimidas se hayan agudizado más de lo habitual; (3) cuando, como consecuencia de las causas anteriores, se produzca un aumento considerable de la actividad de las masas” [3].
Las oportunidades revolucionarias no surgen ni como resultado de las condiciones objetivas de la sociedad ni tan solo de la conciencia de clase de las masas. Al contrario, las situaciones revolucionarias se abren cuando las contradicciones en cascada del capitalismo, el imperialismo y la opresión obligan al orden actual parar. Tales condiciones objetivas pueden surgir de crisis económicas, políticas, sociales, militares o ecológicas: como las crisis en cascada de la automatización y las consiguientes pérdidas de puestos de trabajo, la deslegitimación de las instituciones básicas de la democracia burguesa estadounidense como las elecciones presidenciales, la catástrofe climática y la Campaña de guerra de Estados Unidos contra Rusia y China. Pero por sí solas las contradicciones del capitalismo, que inevitablemente conducen a la crisis, no hacen una revolución.
Hay muchas situaciones revolucionarias pero pocas revoluciones. Esto se debe a que las revoluciones requieren la combinación de las condiciones objetivas antes mencionadas, así como las fuerzas subjetivas capaces de aprovechar la apertura revolucionaria. El Partido por el Socialismo y la Liberación se dedica a construir un partido que pueda aprovechar estas aperturas revolucionarias cuando surjan en los Estados Unidos.
Cuando la sociedad entra en una crisis revolucionaria, presenta la oportunidad para la revolución socialista pero, como señala Lenin, ha habido muchas crisis revolucionarias que no se convirtieron en revoluciones socialistas exitosas. Lo que faltaba en practicamente todos esos casos era “la capacidad de la clase revolucionaria para llevar a cabo una acción revolucionaria de masas lo suficientemente fuerte como para romper o dislocar el antiguo gobierno, que nunca, ni siquiera en un período de crisis, ‘cae’, si no lo derrocan” [4]. Esto, por ejemplo, es lo que sucedió en Egipto a raíz del levantamiento popular que derrocó al dictador respaldado por Estados Unidos – Hosni Mubarak- a principios de 2011. La revolución fue dirigida por trabajadores y pobres, especialmente jóvenes, que crearon nuevas formas organizativas durante el curso del levantamiento.
Sin embargo, debido a la represión sistemática de la izquierda, no hubo ningún partido de la clase obrera capaz de transformar la oportunidad revolucionaria en una revolución. En ausencia de tal partido, las fuerzas mejor organizadas asumieron el liderazgo.
Revoluciones políticas y sociales
Cuando el senador de Vermont, Bernie Sanders, declaró por primera vez su candidatura a la presidencia en 2014-15, anunció que su campaña provocaría una “revolución política para transformar nuestro país económica, política, social y ambientalmente” [5]. Su campaña resonó en una amplia base progresista de la clase trabajadora y algunos elementos de la clase media.
Sanders pedía cambios importantes en la sociedad, muchos de los cuales habrían beneficiado a las masas trabajadoras, pero ¿realmente pedía esto una “revolución”? Desde un punto de vista marxista, lo que Sanders propuso fue en realidad una serie de reformas importantes. Los movimientos de reforma suelen ser grandes y poderosos, y atraen a un gran número de personas a la lucha contra la clase dominante por los derechos democráticos básicos. Los movimientos por el cuidado de la salud, la acción afirmativa, mejores salarios, representación sindical, ampliación de los derechos al matrimonio y derecho al aborto son ejemplos de poderosos movimientos de reforma que han obtenido importantes victorias. Todos estos movimientos llevaron a cambios progresivos en la superestructura política y legal de la sociedad; Si bien los movimientos de reforma progresista pueden cambiar la forma en que se dirige y opera la sociedad, no alteran fundamentalmente el sistema económico en su conjunto, y siempre son resistidos por la clase dominante.
Para que podamos realizar reformas democráticas y progresistas tan populares y necesarias, necesitamos un sistema social completamente nuevo, un sistema socialista, en el que la clase trabajadora tenga poder político, social y económico. Para hacer esto, una revolución social debe desalojar a la clase dominante burguesa del poder.
Los marxistas usan el término “revolución social” de manera muy precisa. Mientras que las revoluciones políticas cambian la forma de gobierno social y pueden traer importantes ganancias para los oprimidos, dejan intacto el tejido del modo de producción capitalista: la propiedad privada de los medios de producción y el control capitalista sobre el aparato estatal. Las revoluciones políticas son cambios significativos en el liderazgo político, como los que tuvieron lugar durante la Era de la Reconstrucción y los movimientos por los derechos civiles y la liberación negra de las décadas de 1950 y 1970. Cada uno produjo cambios sustanciales en el orden político y social, pero no llegaron a cambiar la estructura de raíz de la economía.
Distinguir entre revoluciones políticas y sociales no significa que las veamos como separadas y sin relación. De hecho, históricamente, las revoluciones socialistas han combinado luchas por la transformación política y social. Piense, por ejemplo, en cuán central fue la lucha por una jornada laboral legalmente regulada para la línea de marcha de los bolcheviques hacia la revolución socialista.
Una revolución socialista en los EE. UU. pondría fin a la propiedad privada de los medios de producción, las fábricas y las minas, los sistemas de transporte y las redes de comunicación, los bancos y la agricultura, etc., por parte de un pequeño grupo de capitalistas. Tal cambio en el modo de producción también tendría consecuencias de gran alcance para las jerarquías sociales de explotación, alterando y proporcionando la base material para eliminar la subyugación social de todos los grupos oprimidos.
Una revolución socialista, una ruptura radical con el sistema capitalista, significaría muchas cosas, pero principalmente significaría que la clase obrera y los pueblos oprimidos, entre otras tareas:
- Desarmar la vieja maquinaria estatal burguesa y reemplazarla con un nuevo tipo de estado, un estado obrero donde la clase trabajadora gobernaría la sociedad en todos los niveles.
- Colectivizar los medios de producir y sostener la vida. Estos serían controlados por la clase obrera y sus organizaciones, convirtiéndolos en propiedad pública para ser administrados en interés de la mayoría y no solo de una pequeña camarilla de capitalistas no elegidos.
- Implementar una economía planificada donde la producción estaría orientada a satisfacer las necesidades de las personas y sostener el ecosistema del planeta, no para maximizar las ganancias.
La revolución socialista y la cuestión de la violencia
Los políticos capitalistas, los medios de comunicación y las instituciones educativas retratan a los revolucionarios socialistas como idealistas crueles, y las revoluciones se describen popularmente como incidentes de violencia masiva. La clase dominante capitalista, que llegó al poder a través de revoluciones violentas y actos de conquista y despojo individuales y sancionados por el estado, pretende cerrar el camino revolucionario del proletariado presentándolo como equivocado y empapado de sangre.
Es cierto que figuras como Marx, Engels y Lenin a veces destacaron la inevitabilidad de la violencia en las revoluciones sociales. Sin embargo, esto no se debe a que las revoluciones socialistas requieran violencia de manera abstracta.
De hecho, Marx sugirió una vez que, en comparación con la inmensa violencia que llevó a la clase capitalista al poder, la revolución socialista sería relativamente pacífica. La razón es que la revolución capitalista supuso “la expropiación de la masa del pueblo por unos pocos usurpadores,” mientras que la revolución socialista supone “la expropiación de unos pocos usurpadores por la masa del pueblo” [6].
Si la violencia es a menudo una característica de las revoluciones sociales, no se debe a la preferencia de los trabajadores. Por el contrario, es porque la clase dominante capitalista recurrirá, y de hecho ya recurre, a las formas más extremas de violencia como medio de proteger sus intereses de propiedad.
Lecciones de la historia
Ninguna revolución socialista exitosa ocurrió durante la vida de Marx y Engels. Sin embargo, fueron testigos y apoyaron la Comuna de París de 1871, cuando los trabajadores tomaron el control de París y establecieron, por un tiempo limitado, un gobierno revolucionario basado en el autogobierno de los trabajadores. La burguesía se alió con la aristocracia contra la clase revolucionaria en ascenso — el proletariado — para aplastar brutalmente a la Comuna, matando a decenas de miles de obreros. Esto llevó a Marx y Engels a reconsiderar las propuestas revolucionarias incluidas en El Manifiesto Comunista. En el prefacio de la edición alemana de 1872, escribieron que los formularían de manera diferente debido a “la Comuna de París, donde el proletariado ocupó por primera vez el poder político durante dos meses completos.”
“La Comuna demostró especialmente un hecho,” continúa, lo cual es “que ‘la clase obrera no puede simplemente apoderarse de la maquinaria estatal ya hecha y utilizarla para sus propios fines’” [7]. Esta lección sería vital para el éxito de la Revolución Rusa y las subsiguientes revoluciones socialistas en todo el mundo colonial.
La rivalidad entre-imperialista de la Primera Guerra Mundial creó una oportunidad única para que los bolcheviques rompieran el eslabón más débil de la cadena imperial, tomando el poder estatal en Rusia y estableciendo el primer estado-obrero sostenido del mundo.
“La revolución,” dijo Lenin en 1917, “consiste en que el proletariado destruya el ‘aparato administrativo’ y toda la maquinaria estatal, reemplazándola por una nueva formada por los trabajadores armados” [8]. Para hacerlo, las masas trabajadoras deben organizarse para combatir con éxito a los ejércitos altamente disciplinados de la clase dominante. Un partido de vanguardia de cuadros revolucionarios proporciona la dirección necesaria para guiar a los trabajadores organizados hacia una revolución exitosa.
La Revolución Rusa fue una revolución social en el sentido de que cambió las relaciones sociales de producción y el orden general de clases de la sociedad. Es fundamental reconocer, sin embargo, que este proyecto no era simplemente económico, en un sentido reduccionista, como han proclamado algunos de sus detractores desinformados. Para comenzar a construir una sociedad igualitaria, los bolcheviques siguieron el proyecto de socializar los medios de producción y redistribuir la tierra, construyendo de manera lenta pero segura una sociedad en la que todos tuvieran derecho a la vivienda, la educación, la atención médica, el empleo, y más. Al mismo tiempo, confrontaron directamente los legados del chovinismo social, el nacionalismo y el racismo al introducir una democracia sustantiva en la que todas las naciones tenían derecho a la autodeterminación y se celebraba la plétora de culturas e idiomas dentro de la URSS [9].
Además de combatir directamente las prácticas deshumanizantes, que son tan integrales al capitalismo, el liderazgo soviético se comprometió a desmantelar el sistema de esclavitud doméstica que subyugaba a las mujeres. “Bajo Alexandra Kollantai, comisaria del pueblo para el bienestar social,” explica Valentine Moghadam, a las mujeres se les otorgó “una jornada de ocho horas, seguro social, licencia por embarazo durante dos meses antes y después del parto, y tiempo en el trabajo para amamantar,” en además de la codificación legal de la igualdad marital, el derecho al divorcio, y más [10].
Una revolución socialista es una transformación total que reorganiza, en nombre de la igualdad, todo el sistema socioeconómico, que incluye, entre otros elementos, su orden de clase, raza, género y nacionalidad. Es significativo, en este sentido, que las revoluciones socialistas exitosas que ocurrieron a raíz de la Revolución Rusa tuvieron lugar en el mundo colonial y no en el núcleo capitalista.
El mismo Lenin había anticipado que la tormenta revolucionaria se desplazaría hacia el este a medida que los pueblos colonizados se levantaran contra la dominación imperialista. El líder revolucionario vietnamita Ho Chi Minh estaba entre ellos. Describió cómo gritaba de alegría mientras leía en voz alta y lentamente llegó a comprender el mensaje de Lenin a las colonias. “Lenin,” escribió, “fue el primero en darse cuenta y evaluar la importancia total de atraer a los pueblos coloniales al movimiento revolucionario. Fue el primero en señalar que, sin la participación de los pueblos coloniales, la revolución socialista no podría realizarse” [11].
Hacer una revolución socialista en los EE.UU.
Deberíamos inspirarnos en la historia de las luchas por la revolución socialista, sabiendo que nuestro partido está situado directamente dentro de este linaje. La tradición de la cual formamos parte, es la que prácticamente ha demostrado su capacidad de lograr exitos reales y sustantivos para la clase trabajadora y, en particular, para los miembros más oprimidos y explotados del proletariado internacional. A pesar de lo que a la clase dominante capitalista le gustaría que creyéramos, la decadencia en los países capitalistas avanzados se manifiesta a diario, y el movimiento socialista sigue creciendo en todo el mundo.
Nos encontramos, sin embargo, en una situación única, ya que estamos en la barriga de la bestia, el Imperio de los EE. UU., que con el tiempo ha construido un sistema político y una cultura más amplia que es profundamente reaccionaria. Toda nuestra creatividad, perspicacia y entusiasmo revolucionario serán necesarios para encontrar formas efectivas de llevar a la clase trabajadora a la lucha por el socialismo. Si bien no existe una hoja de ruta para la revolución, existe una profunda tradición internacional de organización revolucionaria de la que debemos aprender, al mismo tiempo que la adaptamos a nuestras circunstancias únicas.
Al hacerlo, podemos tener esperanza e inspiración en el hecho de que, al hacer cada quien su parte, estamos contribuyendo a una lucha colectiva por el futuro de la humanidad y el planeta Tierra.
“La revolución socialista no es un solo acto, no es una sola batalla en un solo frente,” escribió Lenin, “sino toda una época de conflictos intensificados de clase, una larga serie de batallas en todos los frentes, es decir, batallas en torno a todos los problemas de la economía y la política, que sólo puede culminar en la expropiación de la burguesía” [12]. Mientras contribuimos a estas batallas, desarrollando nuevas tácticas para superar a nuestros oponentes, nunca perdamos de vista la guerra de clases global que decidirá el futuro de todos. Porque esto es lo que finalmente está en juego en la cuestión de revolución: ¿seguiremos viviendo bajo un sistema explotador y opresor que está destruyendo a la humanidad y la biosfera, o debemos reorganizar la sociedad para satisfacer las necesidades y aspiraciones de la enorme mayoría?
Construyendo la conciencia socialista de masas
No existe una fórmula, un plan o una ‘bala de plata’ para llevarnos al socialismo. Sabemos que la lucha de clases es una escuela para que la clase obrera se organice para luchar contra la burguesía y ganar conquistas sociales aquí o allá, pero la lucha de clases en sí misma no automáticamente lleva al socialismo.
Podemos estudiar y aprender de las revoluciones socialistas en la historia, pero las condiciones bajo las cuales se ganaron esas revoluciones son fundamentalmente diferentes de las condiciones que enfrentamos hoy en los EE. UU. Ningún marxista serio argumentaría que la revolución socialista se desarrolla de la misma manera en todos los países. Lenin nos recuerda que “en diferentes países, la revolución se desarrolla de manera diferente. Procede siempre durante mucho tiempo y con dificultad. Malo es el socialista que piensa que los capitalistas abdicarán de una vez de sus derechos” [13].
Entonces, ¿cómo llegamos de aquí para allá? ¿De la sociedad capitalista a la sociedad socialista? Para empezar, las luchas económicas, políticas y sociales son escuelas a través de las cuales podemos construir las fuerzas subjetivas necesarias para la revolución. El socialismo sólo puede desarrollarse a partir de la lucha de clase contra los capitalistas; no caerá del cielo ni saldrá de la mente de algunos individuos “ingeniosos.” Pero, como antes dicho, el solo reconocimiento y aprecio por la lucha de clases no lleva al socialismo ni siquiera a la conciencia socialista.
La clase dominante posee y opera un inmenso aparato estatal y tiene acceso a tremendos recursos para aplastar la resistencia de la clase trabajadora y frenar la conciencia revolucionaria.
Para superar esto, la clase trabajadora y los oprimidos necesitan sus propios instrumentos políticos para luchar contra la burguesía. Esto significa organizaciones de masa de nuestra clase, en diversas formas, desde sindicatos y asociaciones de inquilinos hasta coaliciones de base amplia y organizaciones de un solo tema. Básicamente, el instrumento clave en las revoluciones socialistas es un partido marxista revolucionario que sea capaz de unir a las diferentes organizaciones de masas bajo un programa político coherente y una perspectiva estratégica.
La tarea histórica de la clase obrera no es tan solo emanciparse a sí misma, sino a toda la humanidad, de las cadenas de la explotación y opresión capitalista. Sin embargo, el camino a la victoria pasa inevitablemente por reveses, derrotas y retrocesos, material e ideológicamente. Concebir la revolución hoy requiere reconocer esta realidad, pero también proponer una forma organizativa que pueda ayudar fácilmente a la clase y guiar la lucha hacia la victoria: la toma del poder estatal por la clase obrera.
Es aquí donde el leninismo proporciona una teoría y práctica probada en batalla para ayudar a los revolucionarios a luchar contra la clase capitalista y construir el poder revolucionario y la unidad imprescindible para derrotar a los capitalistas y construir el socialismo. Para los revolucionarios de tradición leninista, la historia ha demostrado con numerosos ejemplos que no es tarea del partido revolucionario “hacer” la revolución con una acción independiente divorciada de las masas.
Para superar el adoctrinamiento político e ideológico de la clase capitalista, que solo se ha fortalecido con el tiempo y el surgimiento de los medios de comunicación y las comunicaciones masivas, es necesario que los revolucionarios de hoy se integran en las luchas de los trabajadores para ayudarles a conectar las contradicciones específicas y concretas del capitalismo (brutalidad policial, luchas por la vivienda, luchas en los lugares de trabajo) con su movimiento y funcionamiento general.
A medida que el capitalismo continúa generando crisis agravantes que afectan tanto a la clase dominante como a los dominados, a medida que surgen rebeliones y revueltas espontáneas, es muy necesario continuar construyendo la conciencia de clase de las luchas populares. La independencia organizativa de la clase obrera, a través de su propio partido político, es indispensable. Después de todo, una crisis revolucionaria, si bien provoca caos y confusión entre la clase dominante y las clases oprimidas, no conduce automáticamente al socialismo. Los elementos reaccionarios, por ejemplo, pueden aprovechar el tiempo durante una crisis; el asalto del 6 de enero de 2021 al Capitolio de los Estados Unidos para anular los resultados de las elecciones, la primera fase de un intento de golpe de Estado es una señal de esta posibilidad [14].
Hacer una revolución socialista requiere más que rebeliones espontáneas, más que esperar ociosamente a que maduren las condiciones objetivas; requiere organización de masas de la clase obrera, disciplina, unidad de los oprimidos y un partido político que pueda proporcionar claridad teórica, estratégica y táctica a lo largo del curso de nuestras diversas luchas. El socialismo no llega prefabricado: es el resultado de la lucha de clases por el poder estatal y, por lo tanto, requiere socialistas. Pero más importante aún, requiere un partido socialista revolucionario para guiar, aprender de, y organizar a la clase trabajadora y sus aliados en camino a la victoria.
El momento de construir el partido revolucionario es ahora. No hay tiempo que perder. Los problemas extremos y las contradicciones de la sociedad estadounidense significan que una crisis profunda es inevitable, aunque ni los revolucionarios ni la clase dominante puede determinar cuándo se desarrollará una situación revolucionaria. Como han demostrado muchas experiencias históricas, es difícil pero no imposible crear el partido necesario para convertir una oportunidad revolucionaria en una victoria revolucionaria una vez que la crisis está en marcha. Para todos aquellos que esperan la revolución y una nueva sociedad socialista, construir el partido es la tarea clave.
Referencias
[1] V.I. Lenin, “Letters on Tactics,” in V.I. Lenin, Lenin Collected Works (Vol. 24): April-June 1917, ed. B. Isaacs (Moscow: Progress Publishers, 1918/1980), 44.[2] Karl Marx and Friedrich Engels, The Communist Manifesto, trans. S. Moore (New York: Penguin Books, 1888/1967), 232.
[3] V.I. Lenin, “The Collapse of the Second International,” in V.I Lenin, Lenin Collected Works (Vol. 21): August 1914-1915, trans. J. Katzer (Moscow: Progress Publishers, 1915/1980), 213-214.
[4] Ibid., 214.
[5] Andrew Prokop, “Bernie Sanders’s Political Revolution, Explained,” Vox, 28 January 2016. Available here.
[6] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy (Vol. 1): The Process of Capitalist Production, trans. S. Moore and E. Aveling (New York: International Publishers, 1867/1967), 715.
[7] Karl Marx and Frederick Engels, “Preface to the German Edition of 1872,” in Marx and Engels, The Communist Manifesto, 194.
[8] V.I. Lenin, “The State and Revolution,” in V.I. Lenin, Lenin Collected Works (Vol. 25): June-September 1917, ed. S. Presyan and J. Riordan (Moscow: Progress Publishers, 1917/1980), 491.
[9] See Eugene Puryear, “Nations and Soviets: The National Question in the USSR,” Liberation News, 06 June 2022. Available here.
[10] Valentine Moghadam, Modernizing Women: Gender and Social Change in the Middle East (Boulder: Lynne Rienner Publishers, 1993), 78-79.
[11] Ho Chi Minh, Selected Writings (1920-1969) (Honolulu: University Press of the Pacific, 2001), 37.
[12] V.I. Lenin, “The Socialist Revolution and the Right of Nations to Self-Determination,” in V.I. Lenin, Lenin Collected Works (Vol. 22): December 1915-July 1916), ed. G. Hanna, trans. Y. Sdobnikov (Moscow: Progress Publishers, 1916/1977), 144.
[13] V.I. Lenin, “Speech at a Presnya District Workers’ Conference,” in Lenin, Lenin Collected Works (Vol. 28), 361.
[14] See Party for Socialism and Liberation, “The Paralysis Ends: Trump, Fascism, and the Capitalist State,” Liberation News, 13 January 2021. Available here.